San
Antonio María Claret
Fiesta: 24 de
octubreObispo de Santiago de Cuba,
fundador Patrón de tejedoresVisite
Sallent
ciudad natal y Vic
donde fundó
"Haz, Señor, que
ardamos en caridad y encendamos un fuego de amor por donde pasemos; qué
deseemos eficazmente y procuremos por todos los medios contagiar a todos
de tu amor. Qué nada ni nadie nos arredre, Señor. Qué nos gocemos en las
privaciones. Qué abordemos los trabajos, qué abracemos los
sacrificios. Qué nos complazcamos en las calumnias y alegremos en los
tormentos. Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a
Jesucristo en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor
gloria tuya y la salvación de las almas.
Amén."
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En Breve
-Nació en
la villa de Sallent, provincia de Barcelona, el día 23 de diciembre de
1807. -Fue obrero textil en su juventud. -Ordenado sacerdote, fundó en Vic
la Orden de los Claretianos. -Recorió Cataluña durante varios
años predicando. -Fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado
Corazón de María. -Fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, cargo en el
que se entregó de lleno al bien de las almas. -Como arzobispo de
Santiago de Cuba se destacó por su celo evangelizador por lo que recorrió toda
su diócesis y sufrió un atentado contra su vida. -Habiendo
regresado a España, sus trabajos por el bien de la Iglesia le proporcionaron aún
muchos sufrimientos. -Confesor de la Reina Isabel II de
España -Unico santo canonizado entre los padres conciliares del Concilio
Vaticano I. -Escritor evangélico, especialmente de folletos de fácil alcance
para todos (jóvenes, trabajadores, casados) -Demostró un amor excepcional por
la Eucaristía la cual conservaba en su corazón como tabernáculo -Gran devoto
de la Santísima Virgen. -Patrón de las cajas de ahorro, ya que fundó una en
Cuba en beneficio de los pobres. -Sus experiencias místicas lo llevaron a
levitar (alzarse del suelo) - Murió en Fontfroide (Francia) el
año 1870.
Cuando le preguntaron como era capaz de hacer tanto
respondió: "Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderéis
todo y haréis mas cosas que yo"
"VIDA DE SAN
ANTONIO Maria CLARET"
Infancia: Antonio
Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807.
Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día
de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una
nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la casa
paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente. Para
Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.
La
cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los telares de
madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus primeros años
Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los cinco años,
pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba impresionado
por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo recordaría estas palabras, más
tarde, siendo Arzobispo:
"Esta idea de la
eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno que empezó en mí o
ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto es que es lo que más
tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho y me hace trabajar
aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de los
pecadores"
(Aut. nº 9)
La
guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la época. Sus
soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808 y 1814. Hasta
los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se promulgaba la
nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba,
estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño Claret: la
Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa;
dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que
no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su
hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el
rosario.
Una
debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas contribuyeron
tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las primeras lecturas de su
infancia. Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya entonces Antonio tenía una
ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su vocación debería
recorrer todavía otro itinerario.
Entre los
Telares: Toda su adolescencia la
pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en
el arte textil. Para perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le
permitiera ir a Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos
jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja.
Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano,
su corazón estaba centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó
pronto a superar en calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero.
Un grupo de empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan
halagüeño: fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la
financiación y el montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se
negó. Dios andaba por
medio.
Unos
cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de
Dios.
a) Un amigo a quien estimaba mucho tenía el grave
vicio del juego. Llegó a robarle sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió,
desesperado robó una joyas valiosas, las cuales también perdió en el juego. La
policía siguiendo el rastro de las joyas dio con él y lo encarceló; todos
comenzaron a calumniar a Antonio, diciendo que era cómplice de su amigo. Esta
experiencia empezó a crear en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades
y las riquezas.
b) El segundo hecho que le ocurrió fue estando un
día con unos amigos en la playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y
de pronto una ola gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no
sabía nadar se estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen
Santa, salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y
salvo y para colmo sus vestidos secos
totalmente.
c) El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a
visitar a un amigo a su casa. Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien
estaba en casa era la esposa. Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio,
quedó cegada con un amor indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres
de mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos
amigos".
Claret huye de la tentación.
"Señora, vuestro esposo tarda y tengo mucho que hacer..." Ella intentó detenerle,
pero en vano. Antonio se deshace de ella para no volver
más.
Por
fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al
hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron
profundamente.
Los
telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los oratorianos de
San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y así se lo
comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del obispo de
Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de Barcelona a
principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y estaba
decidido a ser sacerdote.
En el
Seminario En el seminario de Vic,
forja de apóstoles, Claret se formó como seminarista externo viviendo como
fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a
destacar por su piedad y por su aplicación. Eligió como su confesor y director
al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año llegó el momento de llevar a cabo
su decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y hacia allí salió, pero una
tormenta de verano que lo sorprendió en el camino dio al traste con sus planes.
Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media vuelta y retornó a
Vic.
Este
hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las inspiraciones del
Espíritu Santo y a las obras y señales de
Dios.
Al siguiente año, Antonio pasó la prueba de
fuego de la castidad en una tentación que le sobrevino un día en que yacía
enfermo en la cama. Vio que la Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona,
le decía: "Antonio, esta corona será tuya si vences". De repente, todas
las imágenes obsesivas desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la
defensa y auxilio de sus hijos.
Bajo
la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era óptimo. En él
trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la misma
ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando Claret
entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un insaciable
espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de
junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los
Mercedarios, le confería, por fin, el sagrado orden del Presbiterado, junto con
otros compañeros seminaristas. Su primera misa la celebró en la parroquia de
Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y alegría de su familia.
Su primer destino fue precisamente Sallent, su ciudad
natal.
A la
muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado. Los
constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado del
poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los Institutos
religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se azuzó al
pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este desorden
pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco,
estallando la guerra civil entre carlistas e
isabelinos.
Pero
Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a los
quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía el
ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso, los
horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret.
Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda Fide", con
objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de
septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En
Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a
pie, un joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a
Marsella tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los
ejercicios espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió
llamado a ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como
misionero del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad gentes" ni
tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo
comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el
noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado a España, fue
destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito entonces de leñadores, en la
provincia de Gerona. En calidad de Regente (el párroco era un anciano impedido)
emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo que hacer también de médico, porque
no lo había ni en el pueblo ni en sus contornos, utilizando yerbas y ungüentos
medicinales para aliviar las penas de los que venían a verle.
Misionero Apostólico en
Cataluña: Como Claret no había nacido
para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes
más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de Roma el
título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al servicio de la
Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido
desde San Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a
ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su
breviario, caminaba por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre
barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del
Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los
caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las
iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P.
Claret.
Caminando hacia Golmes le
invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo soy como los
perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan".
"Padre, confiese a mi borrico"
-le dijo un arriero con tono burlón. "Quien se ha de confesar eres tú -respondió
Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se
confesó.
En
otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en
alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron el alto. La
mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar a su casa, observó
que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco. Son algunas de
las "florecillas claretianas" de aquella época.
Otros
hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud de
penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban
impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de
Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de todas
las emboscadas que le tendían.
Además
de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al clero y a las
religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por ejemplo, los daba a las
Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos Santa Joaquina
Vedruna.
Durante este tiempo también
publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez
y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847
fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio
Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año fundaba la Archicofradía del
Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e
Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes
y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol de las Islas
Canarias: (
marzo 1848 - mayo 1849) El 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas
Canarias con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y
es que tras la nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en
Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales
de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes,
Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de
nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo
libre, entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cesó en su
intenso trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó
15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones, prodigios,
profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas en los ojos un día
a su "padrito" y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de
1849. Aún perdura su
recuerdo.
"Estos
canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy sensible el día en que
los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi ministerio"
(Carta al obispo de Vic, 27 de sept.).
S.
Antonio M. Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen
del Pino.
Fundador y director
espiritual
Poco
después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del
seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los
Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y
Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran
obra" -dijo el
P. Claret.
¿Cómo
serán los Hijos del Inmaculado Corazón de
María?
"Un
hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que
abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios
encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza
en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en
las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e
imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la
mayor gloria de Dios y la salvación de las
almas"
|
El
Padre Claret sabía que era impulsado por Dios; y
Dios le reveló tres cosas:
1) Que la
Congregación se extendería por todo el mundo. 2) Que duraría hasta el fin de
los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación se
salvarían.
En la
espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en el siglo
XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se encontraron casi
todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París ya
había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María
Inmaculada, llamadas misioneras claretianas, para la educación de las
niñas.
Intervino directa o
indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquím Masmitjà,
fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos
y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con María
del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora
de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll
fundador de las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de
las Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que
añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey,
etc.
Todas estas instituciones
nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de Santiago de
Cuba:
(1851-1857) Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro su recién
fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba.
Aceptó el cargo después de todos los intentos de renuncia el 4 de octubre de
1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de Vic.
Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a recibir
el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a la
Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de
Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir,
para fundar las "Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón
de María, actual Filiación Cordimariana." En el puerto de Barcelona un
inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una apoteósica
manifestación.
En el
viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para todos los
pasajeros, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años gastaría
Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando incansablemente,
misionando, sembrando el amor y la justicia en aquella isla en la que la
discriminación racial y la injusticia social reinaban por doquier.
Fue un
Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos de la vida de
la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de la
esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la visita pastoral de la
diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo, tenía 62 años que no veía obispo
alguno.
Se
enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos...
Un día reprendió a un rico propietario
que maltrataba a los pobres negros que trabajaban en su hacienda. Viendo que
aquel hombre no estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó
darle una lección. Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les
prendió fuego y pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre las
cenizas de estos dos papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante
Dios".
El P.
Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco común. En
Holguín se organizaron fiestas populares. El número fuerte del programa era el
lanzamiento de un globo tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de
los primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a
elevarse, pero el piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El
Arzobispo estudió el problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con
el sistema de la dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que
todavía hoy se conserva.
Era un
hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones religiosas y
sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas,
estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó asilos, visitó
cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de su inmensa diócesis.
Siempre a pie o a caballo.
Pero
ni siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de atentados
llegó al cúlmen en Holguín, donde fue herido gravemente por un sicario a sueldo
de sus enemigos, al que había sacado poco antes de la cárcel, cuando salía de la
iglesia. El P. Claret, casi agonizando, pidió que perdonaran al criminal. A
pesar de todo, sus enemigos siguieron sin perderle de vista.
Estas
son las palabras del propio Santo: "Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando
he aquí que al concluir la función, había mucha gente y todos me saludaban. Se
acercó un hombre, como si me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó
el brazo, armado con una navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su
fuerza. Pero yo llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la
mano derecha me tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba,
me rajó la cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta
de la barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha
la primera cura, me llevaron a la casa. No puedo yo explicar el placer, el gozo
y alegría que sentía mi alma al ver que había logrado lo que tanto deseaba, que
era derramar la sangre por el amor de Jesús y de María y poder sellar con la
sangre de mis venas las verdades Evangélicas.
En la
curación de las heridas ocurrieron tres cosas prodigiosas: la primera fue la
curación momentánea de una fístula que los facultativos habían dicho que
duraría. Con el corte de la herida se rompieron completamente las glándulas
salivales. Tenían que operarme al día siguiente. Yo me encomendé a la Santísima
Virgen María, me ofrecí y resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé
curado.
El
segundo prodigio fue que la cicatriz del brazo quedó como una imagen de la
Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de relieve tenía colores blanco y
morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El
tercer prodigio fue el pensamiento de la Academia de San Miguel, pensamiento que
tuve en los primeros días de hallarme en cama y que fue aprobada por el Papa Pío
IX."
Los
católicos de Cuba lo recuerdan con profundo cariño y
veneración.
Confesor de la Reina Isabel II
y Misionero en la Corte y en España: (1857-1868). Al cabo de seis
años en Cuba un día le entregaron un despacho urgente del capitán general de La
Habana en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba
a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid, supo el P.
Claret que su cargo era definitivamente el de confesor de la Reina. Contrariado
aceptó, pero poniendo tres condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en
política y no guardar antesalas teniendo libertad de acción
apostólica.
Tenía
49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para cortesano. En
los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en la Corte fue
intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde su voz no
resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos, situada en la
actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está
situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad.
Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al
clero.
Restauró El Escorial y organizó
en él un centro de estudio.
"Pero
en la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo unos
deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo que
no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que hacer
actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo reposo,
ni mi alma halla consuelo sino corriendo y
predicando"
Los viajes con la
Reina. Mientras la acompañaba en sus giras por España aprovechaba
también para desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la
real caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete,
Valencia... y en julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El
recorrido por el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando a predicar en
un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía
con generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les
predico".
"Oh Virgen Y
Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de El
Escorial: La Reina le nombró
Presidente del Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado su
lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración de 1835. Desempeñó este
cargo desde el año 1859 hasta el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para
dar muestras de su talento organizador. Se repararon las torres y alas del
edificio, así como la gran basílica. Se restauraron el coro y los altares, se
instalaron dos órganos, se adquirió material científico para los gabinetes de
Física y laboratorios de Química, se restauró la destartalada biblioteca y se
construyó otra nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de
árboles frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos
de la Reina un buen superávit. Parecía un milagro.
Con la
restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad
eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas
modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música. Estudios
de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas,
lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno de los
mejores centros de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la octava
maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa: "Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la
Virgen-.
Como
una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los
signos de los tiempos: "Uno de los medios que la
experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta,
-decía-, así como es el arma más poderosa para el mal cuando se abusa de
ella".
Escribió unas 96 obras propias
(15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a veces traducidas
por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y las fuerzas que
Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera tanto llevando una
dedicación tan intensa al ministerio apostólico. Claret no era solamente
escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas.
En cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes.
Jamás
cobraba nada de la edición y venta de sus libros; al contrario, invertía en ello
grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos y
de los donativos.
"No
todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El predicador
se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la comida del
alma..."
Entre
el centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan: "Avisos" a toda
clase de personas. "El camino recto" "El catecismo explicado" "El
colegial instruido"
"Los libros son la
mejor limosna".
En el
año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal, futuro obispo
de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de los libros buenos",
que durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su ida a Cuba imprimió
gran cantidad de libros, opúsculos y hojas volantes, con un promedio anual de
más de medio millón de impresos. En el primer decenio de la fundación recibió la
felicitación personal del Papa Pío IX.
Aún
sacerdote fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María,
cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión de los libros y
constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por estar
integrada por sacerdotes y seglares de ambos
sexos.
Una de
sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel
(1858). En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el
periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas
de toda España para la causa del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir
en ella las figuras más representativas del campo católico español. En nueve
años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y
se repartió un número incalculable de hojas sueltas.
Y
fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron
a funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien
merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre
Santo: La
suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el religioso más
observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad era
proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas,
admirable.
Este era su horario. Dormía apenas seis horas
levantándose a las tres de la mañana. Antes que se levantaran los demás tenía
dos horas de oración y lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos,
celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de gracias, desde el desayuno hasta
las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de
audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales, cárceles,
colegios y conventos.
Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al
llevarse la mano al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero
enseguida se repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no
teniendo otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz
arzobispal.
San
Antonio era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de profundo
ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las
adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus
brazos.
En Intimidad con el Señor: La clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor
al Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor
es el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo paciente y
sacrificado.
Desde
niño acudía con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo realmente
presente en la Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor me
llamaba y me concedía el poder identificarme con El. Le pedía que hiciese
siempre su voluntad.
La
vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa
o en la adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que no la sabía
explicar. Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta
violento separarme del Señor para continuar mis tareas
ordinarias".
Un
privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de las especies
sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su
Autobiografía:
"El día 26 de agosto de 1861,
hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la
tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies
sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho.
Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior.
También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me
lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
Esta
presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que
llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de
las
muchedumbres".
DEVOCION a la Virgen María, Madre y
Maestra:
Desde
niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de San
Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba en su vida.
Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que sus oraciones
subían al cielo por unos "hilos misteriosos". Le gustaba visitar a la Santísima
Virgen en su santuario de Fusimaña.
De
niño, todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor lo rezaba
completo, los quince misterios todos los días. Era gran devoto del Santo Rosario
a tal punto que la Virgen le dijo un día: "Tú serás
el Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo
Rosario"
Pasaba largo
tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones y rezos, y
hablándole con cordialidad y confianza, porque estaba convencido de que la
Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a la
Virgen María se abstenía no sólo de pecados mortales, sino hasta de veniales, de
faltas e imperfecciones, y aún se abstenía de cosas lícitas, solo para
mortificarse y abstenerse de alguna cosa en obsequio a María
Santísima.
El amaba a María,
pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía lo que pedía y aún cosas
que nunca pidió, le concedió. La Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de
peligros y aun de la muerte muchas veces, por mar o por tierra; le libró de
tentaciones y de ocasiones de pecar.
Decía el Santo:
"Ya veis cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de males
y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los bienes terrenales y
eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y fervor y
veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra
medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".
En otro lado dice:
"Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía olvidarme de la
figura maternal de María. Ella es todo corazón y toda amor. Siempre la he visto
como Madre del Hijo amado y esto la hace Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre
de todos. Mi relación con María siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y
familiar, de gran confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su
amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un
instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi vida y en
mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón Inmaculado, ha sido siempre
y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi modelo, mi Maestra, mi todo después de
Jesús".
"Oh Virgen Madre
de Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
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Un
hombre perseguido: No es de extrañar que un
hombre de la influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera
también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los
atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba sobre él
que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales
que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la conversión de los
asesinos.
Pero
fue peor la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda España
para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la
política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la Reina con Sor Patrocinio,
Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus escritos
refiriéndose a "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret
supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del
Reino de Italia: El 15 de julio de 1865, el
gobierno en pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma sobre
el reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del expolio
de los Estados pontificios.
El P.
Claret ya había advertido a la Reina que la aprobación de este atropello era, a
su parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina,
engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró
ante el Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y escuchó estas palabras:
"Antonio,
retírate".
Transido de dolor al verse
obligado a abandonar a la Reina en aquella situación, se dirigió a Roma. Allí el
Papa Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra vez a la corte. La familia
real se alegró inmensamente de su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias
y de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que fue uno de
los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18 de septiembre de
1868, la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún cañonazos de la
fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina
Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la
revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda
España.
El día
30, la familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para el destierro
en Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60
años.
Los
desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías
del P. Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta revolución. En La
Selva del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30
de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a
Roma.
Padre del Concilio Vaticano
I:
El
día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a llegar a Roma 700 obispos de todo
el mundo, superiores de órdenes religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y
cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano
I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de
los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y
costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica
vaticana:
"Llevo en mi cuerpo las señales
de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de Holguín-; ojalá
pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una
vez".
Es el único Padre
asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El
ocaso de sus días: El 23 de julio de
1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de la Congregación,
llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de
misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran
gozo al fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era inminente. Pero ni
siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus enemigos.
El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al señor Arzobispo.
Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir. Se refugió en el
cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de
Narbona, fue acogido con gran alegría por sus
moradores.
"Me parece que ya
he cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la ley de Dios... En
París como capital del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he hecho de
palabra y por escrito, he observado la santa pobreza...
Su
salud estaba completamente minada. El P. Clotet no se separó de su lado y anotó
las incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un ataque de
apoplejía.
El día
8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del
Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó
el día 24 de octubre por la mañana. Todos los
religiosos se habían arrodillado alrededor de su lecho de muerte. Junto a él,
los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en manos
del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62
años.
Su
cuerpo fue depositado en el cementerio monacal con una inscripción de Gregorio
VII que rezaba: "Amé la justicia y odié la
iniquidad, por eso muero en el destierro".
Glorificado: Los restos del P. Claret
fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde se veneran. El 25 de febrero
de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de los beatos. El humilde misionero
apareció a la veneración del mundo en la gloria de Bernini. Las campanas de la
Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el
7 de mayo de 1950 el Venerable Papa Pío
XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día: "San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como
para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del
mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero
capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de
carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la
austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de
su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido.
Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción
a la Madre de Dios".
-SCTJM
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AVE AVE AVE MARIA
PURISSIMA!
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